Teoría del Apego y Psicoterapia. Bases y principales aportaciones.

Esta entrada expone las bases de y aportaciones fundamentales de la Teoría del Apego a la psicoterapia. La teoría del Apego se ha convertido en un fecundo campo de diálogo en el que se integran perspectivas aparentemente dispares: neurobiología, psicoanálisis, etología, cognitivismo, etc. Ofrece herramientas para la comprensión, la investigación y el ejercicio de la psicoterapia que hacen honor a la frase de Kurt Lewin: “no hay nada más práctico que una buena teoría”.

Una panorámica general

«Yo soy porque nosotros somos»

Dicho xhosa

La teoría del apego comienza a desarrollarse a partir de una apreciación fundamental: la posibilidad y calidad del vínculo temprano entre el bebé y la madre[1] es determinante, no sólo para la supervivencia, sino para la maduración, desarrollo y organización de facultades humanas básicas como la regulación emocional o los procesos de memoria y motivacionales.

Llegamos a ser plenamente humanos mediante la relación temprana con figuras cuidadoras de referencia. A partir de esta intuición fundamental, investigadoras como Main, Ainsworth, o Target, entre otras, han desarrollado un vasto cuerpo de conocimiento de indudable valor para la psicoterapia. Sus aportaciones suponen un inmenso caudal de comprensión acerca del desarrollo humano y cómo las relaciones en el presente pueden transformar y sanar el sufrimiento psicológico.

En la actualidad, la teoría del apego integra aportaciones de campos de conocimientos tan diversos como la etología, la psicología, la neurociencia o la narrativa. Este curso se aproxima a la teoría del apego con una motivación terapéutica, haciendo un énfasis especial en cómo puede  ponerse al servicio de la psicoterapia, dotando de herramientas prácticas y al profesional en su labor de ayuda.

Existen dos metáforas que pueden ser aclaratorias a este respecto.

El útero psicológico

La primera metáfora hace referencia a la inmadurez de nuestro organismo cuando alcanzamos el mundo fuera del vientre materno. Como señalaba Winnicott, la diferenciación física que se produce en el nacimiento biológico no significa una separación real entre la madre y el bebé, que aun pueden considerarse como un mismo y complejo sistema relacional después del parto.

El nacimiento biológico es sólo un hito, fundamental pero no definitivo, de un proceso que continúa fuera del útero materno. Si bien todo organismo vivo es un proceso inacabado en constante interacción con el medio, esta apreciación es intensamente literal cuando nos referimos al desarrollo humano. El cerebro humano tarda años en desarrollarse y alcanzar una maduración para la que le es indispensable la existencia de vínculos afectivos sin los que no puede suceder. Tres partes del cerebro humano se desarrollan fuera del vientre materno. En comparación con otros primates, que nacen con el 60% de su cerebro formado, el nuestro tiene el 25% de su peso final. Pasaran años hasta que nuestro cerebro haya completado sus bases generales de funcionamiento, y para ello es indispensable un determinado tipo de soporte relacional.

Evania Reichert llama a esto el útero psicológico.

“Después de nacer, necesitamos de un útero psicológico que proteja nuestra susceptibilidad biopsicológica hasta que maduren otras partes que están en formación. Pasarán seis años de media, antes de que nuestro cerebro haya completado sus bases generales de funcionamiento. Es este periodo, cada cierto tiempo maduran determinadas aptitudes humanas que pueden verse afectadas por experiencias de abandono, descuido, interferencias estresantes o falta de afecto y respeto”.

El sistema de apego como sistema inmunológico

«La mayor fuente de terror en la infancia es la soledad»

William James

Otra metáfora es propuesta por Jeremy Holmes, que establece una analogía entre el sistema de apego y el inmunológico, paradigma central de la medicina. A partir del descubrimiento de la vacuna de la viruela comenzó una comprensión de la enfermedad basada en la idea de que existen agentes patológicos y que el organismo se defiende frente a ellos. Del mismo modo, a través de las relaciones tempranas con la figuras de apego desarrollamos el sistema inmunológico psicológico, al servicio de la protección e integridad del organismo.

Pensemos en la sabana primigenia. “El bebé necesitó garantizar la proximidad hacia sus cuidadores para poder defenderse de la depredación. Las respuestas de apego madre-bebé (es decir, llamadas de angustia y búsqueda de proximidad) le mantienen seguro de la macrodepredación y le ayudan a regular sus estados emocionales del mismo modo que el calostro que ella le proporciona, rico en anticuerpos, le permite mantener a raya los microorganismos”.

Nuestro sistema inmunitario psicológico está mediado por el afecto. Son las emociones las que nos alertan de que nosotros o los seres que amamos están en peligro. Continuando con esta analogía, fenómenos como las fobias o la depresión pueden verse como consecuencias de amenazas o a nuestra integridad o a la de nuestro estatus dentro del grupo.

Los trastornos límite de la personalidad pueden describirse como una alteración en la regulación del afecto que hace percibir amenazas leves a un vínculo de apego como potencialmente catastróficas. Homólogamente a las reacciones excesivas del sistema inmunológico frente a los alérgenos, en ocasiones, nuestro sistema psicológico, basado en una débil autoestima y un precario sentimiento de seguridad, hace que quiebre nuestra confianza básica en la realidad y en nosotros mismos empujándonos a actitudes sobredefensivas que nos agotan o quiebran nuestra salud.

Así como muchas patologías físicas se deben a un fallo en el reconocimiento del propio organismo, el fracaso en la diferenciación del self respecto a la otra persona es central en los trastornos psicóticos. En la paranoia, por ejemplo, se atribuyen a otras intenciones malévolas que forman parte del propio self. Y sucede un proceso similar a los trastornos autoimunes, en que los cuerpos atacan sus propios tejidos como extraños, como cuando se tienen pensamientos intrusivos relacionados con la baja autoestima, por ejemplo “no soy capaz…”.

Podrían plantearse muchas más analogías entre ambos sistemas, como cuando existe una amenaza real para el organismo pero no se activan las defensas adecuadas, caso de algunas personas que responden al abuso emocional con conductas promiscuas.

Hitos relevantes de la Teoría del Apego para la Psicoterapia

El esquema que aparece a continuación, diseñado sobre la propuesta de David Wallin, recoge los hitos fundamentales de la Teoría del Apego que son relevantes para la comprensión y el ejercicio de la psicoterapia.

LA PRIMERA FORMULACIÓN DE LA TEORÍA

Bowlby describió el apego como un imperativo biológico de carácter evolutivo. El bebé necesita del vínculo con su cuidador o cuidadores para lograr sobrevivir y desarrollarse física y emocionalmente, de lo contrario su propia supervivencia estará comprometida. Este hecho determina que sea la permanencia de dicho vínculo lo que se privilegia sobre otras realidades del desarrollo, excluyéndose del repertorio conductual los comportamientos, acciones, o experiencias que puedan amenazarlo.

TIPOS DE APEGO Y PATRONES DE COMUNICACIÓN

Posteriormente, las investigaciones de Mary Ainsworth, de las que forman parte paradigmática sus conocidas experiencias de “la situación del extraño”, revelaron que lo que determina el grado de seguridad o inseguridad del bebé, así como la actitud hacia su propio universo emocional, es la calidad de la comunicación no verbal entre éste y las figuras de apego.

APEGO Y ORGANIZACIÓN DE LA MENTE

Las investigaciones que se sucedieron a cargo de Mary Main durante los años siguientes, hicieron hincapié en cómo estas interacciones no verbales que sostenían el vínculo temprano, de origen biológico, se incorporaban al bebé en forma de representaciones mentales y modos de procesamiento de información que configurarían el grado de libertad con que el futuro niño, adolescente y adulto, sería capaz de sentir, pensar, recordar y actuar.

MENTALIZACIÓN Y FUNCIÓN REFLEXIVA

Fue la propia Main y otros autores, como Peter Fonagy, los que destacaron la enorme relevancia de la postura del yo respecto a su propia experiencia. Sus investigaciones indicaban que la capacidad de tomar una postura reflexiva respecto a nuestra propia experiencia, es el principal indicador, por ejemplo, de nuestra capacidad como seres humanos de establecer vínculos con nuestros hijos capaces de infundirles seguridad y resiliencia.

INTERACCIÓN Y DIÁLOGO CON OTRAS PERSPECTIVAS

A estas apreciaciones se ha ido sumando un creciente corpus de investigación neurocientífica, así como renovadoras perspectivas terapéuticas en el campo del tratamiento del trauma, o un fecundo diálogo con otras disciplinas, lo que ha ido madurando cada vez más como una perspectiva teórica y terapéutica de enorme poder integrador. Este es el recorrido que se resume a lo largo de la unidad y que puede contemplarse en el esquema resumen que sigue.

Hacia una psicoterapia basada en la Teoría del Apego

De este modo:

– los vínculos íntimos,

– el ámbito de comunicación no verbal,

– y el modo en el que el yo se relaciona con su propia experiencia,

son los tres ejes fundamentales sobre los que puede articularse una terapia basada en la teoría del apego, una terapia que entiende la relación entre terapeuta y paciente como una oportunidad para facilitar la transformación y el cambio del yo a través de un vínculo en el presente. Una relación que pueda facilitar una base suficientemente segura desde la que sentir, explorar e integrar lo que hasta ese momento no ha sido posible.

Bibliografía

La metáfora del “útero psicológico” ha sido tomada del libro de Evania Reichert titulado “Infancia. La Edad Sagrada”, publicado por Editorial La Llave.

La metáfora del sistema inmunológico del libro “Teoría del Apego en Psicoterapia. En busca de una base segura”, de Editorial Desclée de Brouwer, Colección Biblioteca de Psicología.

La propuesta de los hitos históricos del libro “El Apego en Psicoterapia” de David J. Wallin, publicado por la editorial Desclée de Brouwer en su colección Biblioteca de Psicología.


[1] Con esto nos referimos al vínculo primario entre el bebé y la persona cuidadora fundamental, también llamada figura de apego. La mayoría de las veces este vínculo se establece entre la madre y el bebé. Para facilitar la lectura y la comprensión nos referiremos en varias ocasiones con esta expresión al vínculo establecido entre el bebé y la persona o personas que ejercen el rol de cuidadoras primarias.