¿CÓMO EDUCARON AL NIÑO JESÚS? Un texto de Alice Miller.

En esta entrada, dada la cercanía de la Navidad y a modo de felicitación deseamos compartir un texto de Alice Miller acerca de la educación recibida por el niño Jesús. Frente a una pedagogía basada en el castigo y en el temor a los padres, en el ejercicio contradictorio del poder y la obediencia, la autora propone, utilizando como metáfora la educación ejercida por María y José, una basada en la aceptación y la sinceridad, en la capacidad de las familias de ser conscientes y fieles a sus propias emociones, desprovista de violencia e intransigencia. Nos invita a recorrer ese camino para lograr una sociedad abierta y tolerante, curiosa, pacífica y justa, una sociedad en la que Adán y Eva puedan al fin alcanzar la madurez que les fue negada en los albores de nuestra cultura.

Sin más, transcribimos a contiuación algunos fragmentosde la obra «La Madrurez de Eva».

«Mucho antes de su nacimiento, Jesús recibió de sus padres la más elevada consideración, amor y protección y en esta primera y fundamental experiencia radica el conjunto de sus emociones, su pensamiento y su ética. Sus padres terrenales se consideraban sus servidores y nunca se les ocurrió corregirlo a golpes. ¿Fue por ello un ser egoísta, arrogante, codicioso, altivo o vanidoso? No, todo lo contrario. Se convirtió en una persona fuerte, consciente, compresiva, y sabia. Pudo vivir emociones intensas sin estar entregado a ellas. Era capaz de adivinar las falsedades y las mentiras y, así, tuvo la valentía de mostrarlas.

A pesar de ello, por lo que yo sé, ningún representante de la Iglesia ha visto hasta ahora la evidente relación que hay entre la educación de Jesús y su carácter. Si lo hicieran, sería mucho más fácil alentar a los creyentes a seguir el ejemplo de María y José y no tratar a sus hijos como propiedades, sino considerarlos como hijos del Señor. En cierto sentido se puede decir que lo son.

La metáfora divina de un hijo amado refleja sus primeras buenas experiencias. Su Dios comprenderá, estimulará, explicará, transmitirá conocimiento y mostrará tolerancia por los errores del hijo. Nunca castigará su curiosidad, ni lo seducirá, ni le dará órdenes incomprensibles, ni le causará temor.

Jesús, que encontró en José a un padre terrenal de estas características, predicó justamente esta ética. En cambio, los hombres de la Iglesia que no han tenido esta experiencia infantil sólo han podido adoptar estos valores como palabras vacías. Muchos, tal como se refleja con extrema claridad en las cruzadas o la Inquisición, obraron siguiendo sus propias experiencias infantiles: mediante la destrucción, la intolerancia o la maldad más profunda.

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También los que pretenden fomentar el bien se limitan con demasiada frecuencia a defender el sistema en el que han sido educados y siguen considerando los golpes como algo adecuado y necesario. El hecho de que lo largo de la historia ningún teólogo, exceptuando a Comenio, se haya pronunciado en contra del castigo físico a los niños, indica que esta práctica ha formado parte de la experiencia infantil de forma universal. Por ello la persona de Jesucristo es tan extraordinaria y su mensaje, dos mil años después, todavía no se ha impuesto en la Iglesia.

El abismo que separa los dos sistemas de valores contrapuestos se reducirá con el tiempo porque los miembros de las nuevas generaciones tendrán antes el valor de nombrar el mal. En algunos casos, esto ya sucede. Por ejemplo, la ministra de Justicia de Alemania, Herta Däubler-Gmelin, dijo en febrero de 2000 con motivo de una sesión parlamentaria: “El antiguo dicho <<si quieres a tu hijo, castígalo>> es absurdo y peligroso. La violencia se aprende en la familia y después se transmite. Tenemos que romper este círculo vicioso”.

Es muy sencillo: los que todavía secundan esta idea destructiva, han sido sin duda hijos de la pedagogía negra. Ha llegado el momento de abandonar los principios destructivos y, sobre todo, de desconfiar de la doctrina de la obediencia. No necesitamos niños dúctiles que el día de mañana maten instados por terroristas o ideólogos deficientes mentales. Los niños respetados desde pequeños irán por el mundo con las antenas puestas y podrán protestar contra la injusticia, la necedad y la ignorancia con palabras y actos constructivos. Jesús ya lo hizo a la edad de 12 años, cuando demostró que podía rehusar la obediencia a sus padres sin herirlos, tal y como ilustra el episodio del templo (Lucas, 2, 41-52)

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… Podemos aprender de los padres de Jesús. Ellos no le exigieron condescendencia ni utilizaron la violencia contra él. El poder sólo es necesario si nos atemoriza la verdad de nuestra historia, si nos sentimos demasiados débiles para mantenernos fieles a nosotros mismos y a nuestros verdaderos sentimientos. Y precisamente la honradez frente a nuestros hijos es lo que nos hace fuertes. Para decir la verdad no necesitamos ningún poder. El poder sólo se necesita para propagar mentiras y palabras hipócritas. .. Si siguiéramos el ejemplo de María y José, el mundo de nuestros hijos sería seguramente más pacífico, más honrado y menos irracional que el actual.

… A pesar de todo, sabemos que actualmente hay madres y padres que se las arreglan sin imponer castigos y también sabemos cuántas cosas buenas cosas pueden hacer los hijos que no están obligados a temer a sus padres. Estos niños serán inmunes a los autores bíblicos que representan un padre, supuestamente amante, como punitivo, contradictorio e injusto, cuando no cruel. Con la vivificante experiencia del amor en su infancia, los hijos reconocerán con más claridad la injusticia de la historia de la Creación y se darán cuenta de las nuevas posibilidades que ofrece la comunicación (mediante Internet, la televisión, los viajes) para divulgar su conocimiento. De esta manera, despertarán la curiosidad en los demás y apoyarán sus ansias por conocer. En la era de Internet, Adán y Eva pueden liberarse a sí mismos de su supuesta culpa para convertirse, por fin, en adultos«.


  NOTAS:

1. Seamos o no creyentes de una determinada religión organizada o partícipes de una visión concreta, estas fiestas pueden invitarnos a reflexionar y celebrar no sólo el nacimiento de un hombre determinado, sino la inocencia, el milagro y el misterio que entraña el comienzo de todo ser humano. Es en este sentido que felicitamos a tod@s las lector@s de este blog por las fiestas que una parte de la humanidad celebra estos días, y especialmente a ciertos niveles, sociológico y cultural, el lugar desde el que escribimos. Que sean felices.

2. El texto transcrito en la entrada se trata de fragmentos del último capítulo de la obra de Alice Miller titulada “La Madurez de Eva. Una interpretación de la ceguera emocional”, publicada por Paidós Editorial en 2001.

3. Alice Miller, psicoanalista, doctorada en filosofía, psicología y sociología e Basilea, es una de las más notables e influyentes especialistas en maltrato infantil. Hasta su muerte en 2010, se dedicó durante años a la investigación, tratamiento y divulgación de las consecuencias del maltrato en la infancia, del modo en que ésta se halla presente explícita o implícitamente en nuestras pautas culturales de crianza, así como del mejor modo de transformarlas en una pedagogía basada en la aceptación y el amor genuinos.