El matemático Leonardo de Pisa, también llamado Fibonacci, describió en el siglo XIII, una secuencia de números donde el primer elemento es 0, el segundo 1, y los siguientes la suma de los dos anteriores. En esta entrada exploramos la presencia de esta serie matemática en la vida de Bela Bartok.
0, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55…
La relación entre dos números sucesivos en esta serie se acerca a la proporción áurea. Cuanto más crece la serie más cerca se halla esta proporción del número de oro. Así, 21/13 está menos cerca de la razón dorada que 34/21, que a su vez está menos cerca que 55/34.
El número sagrado es irracional e infinito: 1,61803398874989484920… Para que las hojas de una planta reciban durante el máximo tiempo la luz del Sol y la interferencia entre ellas sea mínima, la forma en la que estas se organizan responde a la sucesión de Fibonacci. La proporción que la Naturaleza, la geometría de la Creación, utiliza para ordenar los pétalos del girasol, la distancia entre las espiras de un caracol, el cuerpo humano, las espirales de la galaxia M51, una amonita, o el comportamiento matemático de la bolsa, es la proporción áurea.
Se afirma que en determinadas obras de Schubert, Debussy o en las sonatas de Mozart o la Quinta Sinfonía de Beethoven, el número de oro rige las proporciones musicales. Stockhausen y Bartok usaron premeditadamente la razón dorada para componer algunas de sus obras.Bartok ideó todo un método compositivo basado en esta proporción. Generó un sistema cromático sobre la base estructural de la serie de Fibonacci. El pintor Jackson Pollock comentó en una ocasión que al contemplar la belleza de la naturaleza nadie piensa de dónde proceden las influencias estéticas de una puesta de sol, una caracola o una fruta, tampoco qué quiere decir o significar tal belleza. Quizás esa belleza pura, desnuda, despojada de toda artificiosidad era lo que buscó Bela Bartok en sus composiciones. Para ello trató quizás de imitar a la naturaleza dotando, como al girasol o las galaxias, de la proporción dorada a sus composiciones.
Béla Bartok es probablemente el músico húngaro de mayor reconocimiento internacional. Su influencia es vasta sobre latitudes diversas. Sus actitudes políticas y vitales le llevaron a estudiar la música folclórica magiar, convirtiéndose en un investigador pionero de la etnomusicología, a afianzar nuevos sistemas compositivos o a firmar su obra como “judío voluntario”. Murió de leucemia, en la precariedad neoyorquina del exilio, quizás para componer, inconscientemente, una rara proporción áurea hecha de acontecimientos vitales. Su muerte a 1,618 de un lugar sin distancias